Cuando Osvaldo Soriano vivía en la Boca, conoció al médico más prestigioso del barrio. El doctor no tenía secretaria, y creo que ni teléfono tenía. El consultorio, sin música funcional ni reproducciones de Gauguin en las paredes, consistía de una mesa, dos sillas y un camastro destartalado. Allí él recibía, vestido de entrecasa, a sus pacientes, y los dejaba hablar. A los pacientes que no conocía, empezaba por preguntarles:
–Y usted, ¿qué enfermedad quiere tener?
(Eduardo Galeano – El libro de los abrazos)
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